Es en este municipio donde la palabra “diversidad” cobra todo el sentido. Al alucinante casco urbano medieval sobre las faldas de una muela calcárea se suma la naturaleza salvaje de sus barrancos o denas, su patrimonio prehistórico en la cova Remigia, los árboles centenarios del Barranc dels Horts y, por supuesto, las diversas microrreservas de flora de la Mola. De ellas descubriremos sus curiosidades entre fósiles marinos a más de 1300 m, para acabar descendiendo el barranco dels Regatxols desde su famosa nevera, entre arces y carrascas, hasta la fuente con el agua más fresca del lugar.
En la Serra d’en Galceran todo son sorpresas, como el único pozo de nieve de nuestro territorio situado en pleno casco urbano. Desde ahí, rodearemos la Mola pasando por sus vertientes de solana (hábitat de sabinares-enebrales) y umbría (arces, quejigos, guillomos, rosales silvestres, olmos), y disfrutando de las vistas a diversos parques naturales de la provincia. A mitad de ruta, otra sorpresa serán los restos del poblado ibero de Els Castellàs, y ya al final, rodeados de vegetación frondosa con altos requerimientos de humedad, el quejigo monumental que ya describió Cavanilles hace más de 200 años será la despedida perfecta
La botánica lo impregnará todo a lo largo de esta agradable ruta interpretativa. La fortaleza templaria de Peñíscola, de ancestrales orígenes, eclipsa los otros castillos costeros de la zona, como el de Pulpís. De origen musulmán y ampliaciones cristianas, se yergue orgulloso entre umbríos barrancos con vegetación selvática como madreselva, zarzaparrilla, hiedra, durillo, rusco, etc. Dentro del propio castillo, en la antigua albacara, encontraremos toda una rareza botánica: altramuces del diablo (“Anagyris foetida”), con los que se cree emponzoñaban las puntas de las flechas para causar mayor daño a las víctimas heridas. Para terminar, despediremos la ruta saludando a algunos de los monumentales algarrobos del término de Santa Magdalena.
El litoral sur del P. N. de la Serra d’Irta es el último tramo virgen del Mediterráneo español, tanto por sus casi 20 km de costa como por su anchura y continuidad bajo el agua, que permite la conectividad interna entre hábitats (predominando la maquia litoral) como ocurría en un Mediterráneo tristemente casi desaparecido. Lo conoceremos bien a fondo en las calas Blanca y Mundina, pasando por el Faro de Irta y la playa del Serradal, atravesando acantilados bajos de conglomerados y barrancos mediterráneos, y llegando hasta la Microrreserva de flora de la indescriptible cala Argilaga. Si nada lo impide, podremos bañarnos en las aguas más puras de nuestra costa.
La Sierra Espadán, territorio musulmán por excelencia durante cientos de años, es imposible de resumir con palabras. En cada rincón de cada barranco de cada vertiente boscosa los recursos interpretativos se cuentan por decenas, y la ruta a la espectacular atalaya de Maús no será menos. La humedad del manantial y barranco de Castro permite la supervivencia de una vegetación ribereña que no lo tiene fácil en nuestro cálido Mediterráneo. En este frondoso entorno viajaremos a los paisajes culturales del poblado de Suera Alta que habitaron los últimos moriscos españoles, repletos de arquitectura hidráulica, de piedra seca y patrimonio de antiguos pastores trashumantes.
En la centenaria Burriana, custodiado por la torre de la Mar, una de las últimas defensas anti piratas en cumplir su misión, existe un tesoro único: la desembocadura del río Ana y su biodiversa sauceda-olmeda. Aves dulceacuícolas de diferentes familias (anátidas, ardeidas, rálidos, páridos, etc.), reptiles y anfibios autóctonos, cormoranes, gaviotas y charranes nos conducirán por los caminos de la conservación de este escasísimo hábitat, de su problemática y de las soluciones para preservarlo. Para redondear el paseo interpretativo, nos subiremos a la Barqueta del Clot y recorreremos parte de las mansas aguas del río.
El paisaje del litoral norte del P. N. de la Serra d’Irta, está dominado por acantilados altos de conglomerados y caliza. En la parte aérea de la ruta desentrañaremos los secretos del patrimonio pastoril en el Clot de Maig, el Pou del Moro y el sorprendente entorno del Mas del Senyor, y descenderemos por el barranco de Irta hacia la colada del Pebret como lo hicieron los trashumantes durante siglos. En la parte litoral, recorreremos la costa sur peñiscolana desde la microrreserva de flora de la duna del Pebret, con sus "Euphorbia paralias" y sus lirios de mar, a la de los acantilados de la Badum, con el endemismo "Limonium irtaensis". Desde las alturas, las vistas de toda la costa virgen, por un lado, y de la Ciudad en el Mar, por el otro, nos dejarán totalmente boquiabiertos.
Cuando visitas el casco urbano árabe-medieval de Aín no sabes si estás en las montañas de Marruecos o sigues en la Plana, por las calles empedradas repletas de fuentes y abrevaderos, fachadas encaladas y ventanas pintadas de azul. Antiguos molinos harineros y su patrimonio hidráulico asociado (balsas, acueductos, acequias) nos acompañarán por el ligero ascenso del barranco de la Caritat hacia el castillo árabe de Benialí, epicentro de las Revueltas Moriscas del s. XVI. Un precioso alcornocal montano con pino rodeno y diversas frondosas será el escenario ideal para homenajear a los habitantes animales más insignes del lugar y conocer los detalles de la todavía activa industria corchera local.
En esta sencilla ruta interpretativa conoceremos a fondo a los ilustres habitantes de una de las últimas zonas vírgenes de la costa valenciana. Plantas que desafían a la muerte soportando las más duras condiciones de habitabilidad y animales extraordinarios por su inteligencia y resiliencia serán nuestros compañeros hasta llegar a la torre de la Corda, con las mejores vistas de la costa acantilada de una de las vías verdes más sorprendentes del Estado español.
El Parque Natural del Desert de les Palmes es pequeño en extensión, pero gigante en biodiversidad. Los alrededores de la ermita de les Santes, el punto de inicio, son lo más parecido a una selva húmeda que tenemos en la comarca de La Plana. Rarezas botánicas como los "Quercus x cerrioides", geológicas como las pizarras del paleozoico, microrreservas de flora y vistas de vértigo son tan solo ejemplos que salpicarán continuamente un recorrido cromático para no olvidar, marcado sin duda por el verde de durillos, madroños y madreselvas sobre el rojizo rodeno.
Justo donde el río Palancia se desencajona para ir fluyendo hacia su desembocadura, haciendo honor a su nombre (valle ancho), ahí encontramos Jérica. El agua nos acompañará, empezando por las fuentes históricas del Carmen, del Consuelo y de Randurías. Seguiremos por la ribera de saucedas y sargales y nos adentraremos, pasando los Chorradores, en el monumento natural de la Vuelta de la Hoz: impresionantes cortados en un paisaje kárstico fluvial como pocos. Tras conocer los entresijos de dicho ecosistema, subiremos al casco histórico medieval de Jérica: murallas, torreones y portales preceden a la archiconocida torre mudéjar de la Alcudia. Para acabar, desde lo alto de la antigua torre del Homenaje disfrutaremos de unas tremendas vistas panorámicas.
No existe en Europa tan gran cantidad de árboles milenarios como la del mar de olivos del Baix Maestrat. Los árboles que, injertados desde tiempos de los íberos, siguen dando su mejor fruto a día de hoy tras haber superado incendios, heladas, sequías... Recorreremos el mosaico de la tríada mediterránea atravesando quejigares relictos, visitando fuentes como la romana del Vilagròs o el musulmán Aljub, para después poder abrazar Olivos Milenarios como el de la película “El Olivo”, premiada en los Goya, el famoso Olivo del Notari o los Olivos del Vilagròs, tan antiguos que es imposible saber a ciencia cierta su edad. ¡Hay que verlo para creerlo!
Cuando acabemos esta sorprendente ruta, no creeremos haber estado apenas a unos pocos kilómetros de la turística costa sur de la Plana Baixa. Habremos recorrido las estribaciones de la sierra de Espadán alrededor de cuyos puntales principales (Font de Cabres, Creu de Ferro) se extiende un alcornocal montano de umbría y un patrimonio geológico de areniscas del Buntsandstein excepcional. Tras visitar varias fuentes históricas y disfrutar de unas vistas de todo el golfo de Valencia, visitaremos importantes restos del patrimonio bélico de la última guerra civil española. Entre trincheras y nidos de ametralladora despediremos una ruta como pocas en la provincia.
Es maravilloso descubrir las caras ocultas de lugares como Montanejos cuando nos dirigimos hacia la Cueva Negra, que nos sorprende con la boca más grande del territorio valenciano. Entre pinedas donde fácilmente escucharemos los tamborileos de los picos picapinos, iremos descendiendo hacia el río Maimona, que vadearemos para ir a buscar la senda de la Bojera. Conoceremos la vegetación del piso mesomediterráneo: boj, arces, robles, guillomos, cerezos silvestres, etc. Pero la auténtica maravilla de la ruta estará por llegar: las inmensas formaciones geológicas calizas y acantilados del río Maimona vistas desde las alturas. Alrededor, escucharemos los deslizamientos de piedras provocados por las patas de las cabras montesas y sobre nuestras cabezas planearán los buitres leonados.
Pocos barrancos como el de Ajuez y su embalse de remotísimos orígenes, así como el regado por la fuente Fresca, representan tan bien lo que algunos denominan la selva mediterránea. Se trata de un alcornocal montano con endemismos ibero-levantinos como la rara “Biscutella calduchii”, con cortados rocosos de preciosa geología arenisca jalonados por sinuosas cuestas llenas de helechos de grandioso porte, y ejemplares de alcornoque claramente centenarios. Unas antiguas minas de cinabrio (mineral de mercurio) nos sorprenderán en ambas caras de la montaña que atravesaremos, y en el punto más alto de la ruta admiraremos la famosísima nevera de Castro, disfrutando de unas vistas inmejorables del castillo homónimo antes de volver a Chóvar.
En esta ruta interpretativa entenderemos por qué el municipio de Catí es considerado una joya del Maestrat. Empezando desde un santuario considerado una pequeña Capilla Sixtina, iremos ascendiendo hasta las alturas que hacían posible que el comercio de hielo fuera una de las actividades económicas más importantes de la zona durante siglos. Una vez alcanzada una de las cumbres de Castellón (1286 m), atravesaremos carrascales y robledales, prados ricos en orquídeas e infinitos ejemplos de maestría en piedra seca, para llegar de vuelta a los bosques de l’Avellà.
En Les Useres recorreremos senderos entre algunas de las pinedas que se salvaron del incendio de 2007. Abundantes serán las fuentes, iniciando el trayecto en la fuente de Més Amunt y al poco llegando a la fuente de la Ponsa, de gran interés medioambiental. En la subida a la Penya Roja, en un abrigo natural protegido por un muro de piedra seca como hacían los antiguos pastores, encontraremos un yacimiento íbero perteneciente a la tribu de los ilercavones. Ya de vuelta, las masías abandonadas de les Traguantes nos ofrecerán las mejores vistas del macizo del Penyagolosa.
Castellfort, Cinctorres y Portell albergan el paraje natural que es, quizás, en el que más probable es observar fauna salvaje a día de hoy en Castellón: corzos, cabras montesas, buitres y multitud de otras aves rapaces se cruzarán en nuestro camino si sabemos respetar su hábitat. Los pinares de alta montaña mediterránea con vegetación eurosiberiana (olmos de montaña, tilos, arces, tejos, acebos, entre muchos otros) nos conducirán, entre escarpados barrancos, a los miradores sobre la rambla Sellumbres. Para acabar, por si fuera poco, una laguna de montaña, el Toll del Drac, nos llevará a entender la importancia de la geología calcárea para nuestras vidas.
